Sin decir adiós, dijo nostalgia. ¡Se fue la maestra!, esfumada con la tiza de
la paciencia, de puntitas, como en la escuela, rodeada de palabras, como quien
a juntar letras enseña.

Comenzó su andadura en La Dorada y en
la Restrepo Maya terminó su andanza; se fue despacio, con recuerdos, dejándonos
con el asombro en la cara. No alcanzó a decir adiós, cuando ya Manizales la
extraña.
Se va la hermana, la tía, se aleja el
bastión de las Botero. ¡Un roble!. Sola quedó la escuela, en silencio el aula.
Los pupitres de ausencia, la tiza esfumada. En el tablero un gesto de
incredulidad pasmada.
Myriam Botero López, todos aquí en la estación
de la nostalgia, vimos partir tu tren, tan bien acompañada: la sensibilidad de
Anur, la inteligencia de Gabriela, la Nostalgia de Deysi, el ejemplo de Mario,
la razón de Noel, los cimentos de Dolly y los miles de hombres y mujeres que se
educaron en tu aula.
En algún lugar del cielo, en este
aniversario una mesa está servida. Dios la ha escogido y los tuyos te esperan en alabanza: los abuelos,
Néstor, Oswaldo, y Alberto, junto a Enoe, tu mejor amiga para compartir
con vino la bienvenida a la mujer de la pujanza.
Muy seguramente pronto estarás con tu
hermana Enoe, haciendo hacer lo que mejor saben: enseñar en la primera escuela
de ángeles del cielo.
Paz
en la tumba de la maestra.
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