Es para mi fuente de orgullo y satisfacción como Tutor, interactuar con una mujer tan especial como la Coordinadora de las escuelas Policarpa y kennedy y este es un pequeño homenaje de admiración a Esther Moreno Palacios
![]() |
Foto de Roberto Chile |
La rebeldía en la sangre, el
orgullo en la garganta y la transhumancia en el corazón, identifican al
cimarrón. Quizás en esos tres elementos se sintetiza la esencia vital de
Esther. Una mujer labrada en ébano, que a los dos años fue huida de Quibdó en
los brazos del buen Juan Evangelista, su padre; porque el destino con fuliginoso azar ya había levado anclas y al
negro se le metió en la cabeza
que allí no tenía futuro su familia.
Juan Evangelista era “el divino”
y Esther “la estrella”. La abuela Máxima
Caicedo tenía un cimentado tufo de religiosidad que acompañaría al afro durante
toda su vida. Una sonrisa blanca y cómplice escapa del rostro de Esther e
ilumina el lugar.
Dos años es mucho tiempo en
territorio de pobreza y puede ser un abismo, una brecha que los Moreno no
querían dejar que se abriera más. La abuela quedó en el portal y allí la cogió
la noche, por fortuna bautizada. ¡Destino cimarrón! Agitaba el viento.