Un espejo
psicológico que su hijo emplea para construir su propia identidad
¿Alguna vez se
imaginó usted a sí mismo como espejo? Pues sepa que lo es: un espejo
psicológico que su hijo emplea para construir su propia identidad. Y sepa
también que toda la vida de él ha de resultar afectada por las conclusiones que
obtenga de la observación implícita.
Los niños nacen sin
sentido del yo. Cada uno de nosotros debe APRENDER a ser humano, en el sentido
que usted y yo asignamos a esa palabra. En ocasiones, se han hallado niños que
lograron sobrevivir en completa aislamiento respecto de otras personas. Carente
de lenguaje, de conciencia, de necesidad de los demás y de sentido de la
identidad, el 'niño lobo' es humano sólo en apariencia. El estudio de
semejantes casos nos enseña que la personalidad consciente no es instintiva. Se
trata, en cambio, de una realización social, que aprendemos de la vida en
contacto con los demás.
Un niño pequeño, que
recién comienza a dar sus primeros pasos, arrebata el juguete de su amigo,
deleitado con la magnífica presa que acaba de cobrar. A su edad, la
preocupación por las necesidades de los demás no existe, y el llanto de su
compañero de juegos lo deja completamente sin cuidado. Su madre lo reprende:
'¡Pedrito! ¡Esto no está bien! ¿Eres un nene malo?...'
Para el niño
pequeño, los demás -en especial sus padres- son espejos infalibles. Cuando su
madre lo describe como malo, Pedrito concluye que esa debe ser una de las
cualidades que él posee, y se pone a sí mismo ese rótulo para ese momento
particular. Las palabras (y las actitudes) de ella poseen un peso tremendo.